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100 Días de Favor (Joseph Prince) – Devocionales del 1 al 10

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Este es un gran libro de Joseph Prince, en el cual encuentras 100 devocionales con los que puedes empezar tu día llenándote del favor de Dios.

Diariamente estoy traduciendo un devocional y subiéndolo a mi blog «Gracia Extrema», en este post te dejo los links de los 10 primeros para que puedas llenarte del favor de Dios para tu vida.

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26 Días de Fe – Día 26

Cerrando esta serie de enseñanzas aquí les dejo una muy importante para nuestra vida de fe, como entrenar nuestro espíritu, de modo que podamos ser guiados por Dios en cada área de nuestra vida.

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Lección 26 – Cómo Entrenar El Espíritu Humano

Textos Bíblicos: Josué 1:8; Santiago 1:22; Proverbios 4:20-22.

Verdad Central: Dios usará nuestros propios espíritus para guiamos.

Así como la mente humana puede ser educada y entrenada intelectualmente, también el espíritu puede ser entrenado espiritualmente. Puede ser edificado en tu espíritu al igual que en tu cuerpo. En esta lección veremos las cuatro maneras por las cuales se puede alcanzar esto.

  1. Meditando en la Palabra de Dios.
  2. Practicando la Palabra de Dios.
  3. Dándole a la Palabra de Dios el primer lugar.
  4. Obedeciendo instantáneamente la voz de nuestro espíritu.

Aplicando estos cuatro principios a nuestra vida diaria, podemos llegar a conocer la voluntad de Dios aun en los menores detalles de la vida

Dios se comunica con nuestro espíritu y no con nuestras facultades de razonamiento. Al obedecer instantáneamente a nuestro espíritu, encontraremos que le estamos obedeciendo al Espíritu Santo. Dios dijo en Su Palabra: «Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre, la cual escudriña lo más profundo del corazón» (Proverbios 20:27). Esto significa que Dios usará nuestro propio espíritu para guiarnos. El espíritu del hombre es la lámpara del Señor.

Regla 1 – Meditando en la Palabra de Dios

Josué 1:8 dice: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien”.

Después de la muerte de Moisés, cuando Dios ungió a Josué para guiar a los hijos de Israel, Dios le dijo al principio de su ministerio la importancia de meditar en la Palabra. Otra traducción de la última frase de Josué 1:8, citado anteriormente dice: «Tú podrás tratar sabiamente en las cosas de la vida«. Ciertamente, no tendríamos éxito si no pudiéramos tratar sabiamente en las cosas de la vida. Dios le dijo a Josué que meditara en la Palabra, y que si lo hacía, Dios haría prosperar su camino y todo le saldría bien.

Los hombres y mujeres más profundamente espirituales que he conocido son los que dedican tiempo a la meditación. Uno no puede desarrollar sabiduría espiritual sin meditar en la Palabra de Dios.

Un pastor una vez me dijo que él había estado tratando de hacer de su iglesia un éxito. Voló por todas partes de la nación visitando muchas de las iglesias más grandes, estudiando sus métodos y tratando de averiguar qué era lo que las hacía triunfar. Traía a su iglesia sus programas e ideas, pero parecía que no funcionaban.

Después de oírme enseñar sobre la meditación en la Palabra de Dios, decidió tratarlo. En vez de pedirle a Dios por nada, diariamente dedicaba un tiempo para meditar en la Palabra de Dios. Después de treinta días, al final de su sermón matinal del domingo, un gran número de almas acudieron al altar. Más personas fueron salvas en ese culto, que las que habían sido salvas en los últimos dos o tres años en esa iglesia. Su gente recibió un avivamiento y el pastor empezó a tener buen éxito.

Su testimonio puede ser el de cualquier creyente que siga su ejemplo y dedique tiempo a meditar en la Palabra de Dios. Enciérrate solo con tu espíritu, y deja al mundo afuera. Si tienes ambiciones de hacer algo que valga la pena, te sugiero que empieces tomando diez o quince minutos diariamente para meditación. Comienza a desarrollar tu espíritu.

Regla 2 – Practicando la Palabra de Dios

Santiago 1:22: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos”.

El practicar la Palabra es lo que Santiago llamó ser un «hacedor de la Palabra«. Algunas personas piensan que ser un hacedor de la Palabra es seguir los Diez Mandamientos. Sin embargo, bajo el nuevo pacto tenemos un mandamiento; el mandamiento del amor. Si amas a alguien, no le robarás. No dirás mentiras acerca de él. Pablo dijo que el amor es el cumplimiento de la ley. Si andas en amor, no quebrantarás ninguna ley que haya sido dada para restringir al pecado.

En este versículo, Santiago estaba incitando a los creyentes a hacer primeramente lo que está escrito en las epístolas, a actuar en la Palabra. Por ejemplo, Pablo les escribió a los Filipenses: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias» (Filipenses 4:6). La Versión Amplificada en inglés dice: «No te preocupes ni tengas ansiedad por nada. Sino que en todas las cosas deja que sean conocidas delante de Dios tus peticiones por oración y mego, con acción de gracias«. Generalmente practicamos solamente parte de esto. No nos importa practicar la parte que nos dice que oremos, pero si solamente practicamos una parte y no la otra, no estamos practicando la Palabra. No somos hacedores de la Palabra.

Primero que nada, el Señor dijo que no nos preocupáramos. Si vamos a preocuparnos y a tener ansiedades, entonces no nos hará ningún bien hacer peticiones. Si Dios dijo que no nos preocupáramos, entonces esto quiere decir que podemos abstenernos de hacerlo. Dios es un Dios justo y Él no nos va a pedir que hagamos algo que no podamos hacer.

Hubo un tiempo en el que yo creía que podía hacer mis peticiones conocidas delante de Dios, pero tenía dificultad en creer que no podía dejar de preocuparme. Sin embargo, Dios dijo que no tenemos que preocuparnos. Así que digo: «Yo rehúso preocuparme o tener alguna ansiedad por cualquier cosa«. Le traigo al Señor mis peticiones, y luego le doy las gracias. Esto apacigua y pacifica el espíritu preocupado que el diablo trata de que yo tenga. Si este malestar interno persiste, simplemente regreso a este versículo y lo leo otra vez. Continúo reclamándolo.

Si seguimos el consejo de Pablo y «no nos preocupamos ni tenemos ninguna ansiedad por nada«, podemos creer en Dios por la promesa del versículo que sigue: «Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús» (Filipenses 4:7). Mucha gente quiere lo que dice este versículo siete, pero no quieren hacer lo que el versículo seis dice hacer para alcanzarlo. Sin embargo, para recibir esta «paz…que sobrepasa todo entendimiento«, tenemos que hacer lo que dice el v.6. «Por nada estéis afanosos; sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias» (versículo 6).

«La paz de Dios…fortificará y montará guardia«, es la versión amplificada de este versículo siete. Mantendrá guardia sobre tu corazón y sobre tu espíritu.

La educación de nuestros espíritus viene al practicar la Palabra de Dios. ¿Puedes recibir los resultados y tener paz sin ser un hacedor de la Palabra? No, realmente no podemos. Sé un hacedor de la Palabra y crecerás espiritualmente.

Regla 3 – Dando el Primer Lugar a la Palabra

Proverbios 4:20-22 dice: “Hijo mío, está atento a mis palabras; inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; guárdalas en medio de tu corazón; porque son vida a los que las hallan, y medicina a todo su cuerpo”.

Con tantas voces diferentes rodeándonos, es a menudo difícil detenernos y oír la voz de la palabra de Dios. La familia y los amigos están siempre listos para darnos sus opiniones y consejos. Sin embargo, parte esencial del entrenamiento del hombre espiritual es aprender a escuchar lo que la Palabra de Dios nos dice a nosotros. Es dar el primer lugar a la Palabra en nuestras vidas.

En los versículos citados anteriormente, Dios nos dice que hagamos tres cosas con Su Palabra: (1) Escucharla; (2) leerla; y (3) memorizaría. En el versículo 20 leemos, «…inclina tu oído a mis razones«. Siempre que la Biblia es leída en voz alta; en la iglesia, en los devocionales familiares, el evangelio radiado o televisado, dale especial atención a Sus palabras.

El versículo 21 nos dice: «No se aparten de tus ojos…». En otras palabras, dedica tiempo a la lectura de la Palabra, permite que se meta dentro de tus pensamientos y en tu corazón. Memorízala, como la segunda parte del versículo 21 dice: «…guárdalas en medio de tu corazón«.

Si hacemos estas tres cosas encontraremos que la Palabra de Dios es «…vida a los que las hallan, y medicina a todo su cuerpo» (versículo 22). Entraremos en una vida más abundante en Cristo Jesús. Encontraremos sanidad física para nuestros cuerpos. Todo lo que necesitamos hacer es darle a la Palabra de Dios el primer lugar en nuestras vidas.

Regla 4 – Obedeciendo Instantáneamente a la Voz de Nuestro Espíritu

El espíritu humano tiene una voz. Nosotros le llamamos a esa voz, la conciencia. Algunas veces se le llama intuición. O le llamamos una voz interior que nos guía. Es nuestro espíritu hablándonos.

El espíritu de todos los hombres tiene una voz, ya sean salvos o no. Pero el nuevo nacimiento es un renacer del espíritu humano. Tu espíritu recibe información a medida que meditas en la Palabra de Dios. Aprende a obedecer a tu espíritu.

Tu espíritu tiene la vida y la naturaleza de Dios en él, porque el Espíritu Santo mora dentro de ti. El diablo no puede estar dándote la información porque él no está en ti. Él está fuera de ti. Dios tiene que comunicarse contigo a través de tu espíritu porque ahí es donde está. Tu espíritu obtiene su información a través de él. Aprende a obedecer a tu espíritu.

Algunos dicen que la conciencia no es una guía segura, pero eso no es siempre cierto. La conciencia es una guía segura en el creyente lleno del Espíritu Santo porque Dios está morando dentro de él. La conciencia del creyente, la voz de su espíritu, se vuelve la voz de Dios. Dios le está hablando. Pablo dijo que él obedecía a su conciencia (Hechos 23:1).

«Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre…» (Proverbios 20:27). Dios usará tu espíritu para guiarte. Lo usará para alumbrarte. A medida que tu espíritu se alimente y medite en la Palabra, se convertirá más y más en una guía segura; está entrenado en la Palabra.

El Espíritu Santo habla un poquito diferente con aquellos de nosotros que tenemos ciertos dones del ministerio. Pero como regla en las vidas de los creyentes, la voz interior es la voz del espíritu hablando; no el Espíritu Santo. El Espíritu Santo con frecuencia me habla acerca de otros, pero nunca lo oigo para mi propio beneficio. El ministerio de un profeta no le es dado a uno para su propio beneficio, sino para el beneficio de otros. Yo tengo que recibir guía para mí mismo a través de mi propia voz interior.

Cuando aprendamos a oír la voz de nuestro espíritu, llegaremos al lugar donde sabremos qué hacer en todas las fases de la vida. El Señor nos guiará. «Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas» (Proverbios 3:6).

Texto Para Memorizar: «Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre, la cual escudriña lo más profundo del corazón» (Proverbios 20:27).

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26 Días de Fe – Día 25

En esta lección veremos la importancia de nuestras palabras, como es que ellas muestran lo que creemos y de ese modo pueden llevarnos a la derrota o a la victoria.

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Lección 25 – Tú Puedes Tener Lo Que Dices

Textos Bíblicos: Marcos 11:23; Números 13:17-18, 25, 27-28,30-32; Números 14:6-9.

Verdad Central: No fueron los gigantes de la tierra de Canaán los que mantuvieron a los israelitas afuera, sino los gigantes del temor en sus corazones.

Nuestro texto para esta lección, Marcos 11:23, es uno que hemos usado muchas veces en nuestra serie de estudios acerca de la fe, porque en él vemos la «fórmula de la fe» para mover cualquier montaña que se presente en nuestras vidas. Ya sea que tu montaña particular sea enfermedad, seres queridos inconversos, dificultad financiera o problemas familiares, puedes encontrar la solución en este versículo de escritura.

Marcos 11:23 dice: “Porque de cierto os digo, que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho”.

La última frase de nuestro texto dice: “…lo que diga le será hecho«. En otras palabras, puedes tener lo que tú dices que puedes tener. Lo que dices es tu fe hablando. Esto obra en una forma negativa así como en una forma positiva, como vemos en la historia del Antiguo Testamento de los doce espías que fueron enviados a Canaán a reconocer la tierra.

Un Reporte De Temor

Números 13:17-18,25,27-28,30-32 dice: “Los envió, pues, Moisés a reconocer la tierra de Canaán, diciéndoles: Subid de aquí al Neguev, y subid al monte, y observad la tierra cómo es, y el pueblo que la habita, si es fuerte o débil, si poco o numeroso… y volvieron de reconocer la tierra al fin de cuarenta días… Y les contaron, diciendo: Nosotros llegamos a la tierra a la cual nos enviaste, la que ciertamente fluye leche y miel; y este es el fruto de ella. Mas el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y fortificadas; y también vimos allí a los hijos de Anac… Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos. Mas los varones que subieron con él, dijeron: No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros.Y hablaron mal entre los hijos de Israel de la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de gran estatura”.

De los doce espías que fueron a Canaán a reconocer la tierra, solamente dos, Caleb y Josué eran hombres de fe y visión. Ellos dijeron: «Subamos luego, y tomemos posesión de ella, porque más podremos nosotros que ellos«.

Los otros diez regresaron con un reporte negativo, lleno de temor de los gigantes de la tierra. La Biblia dice de su reporte, que «…hablaron mal…» ¿Por qué? Porque era un reporte de duda y de temor. ¿Cuál es entonces un buen reporte? Un reporte de fe.

Los diez espías temerosos eran la mayoría y el pueblo de Israel aceptó el informe de la mayoría. Al hacerlo, ellos estaban diciendo que no podrían tomar la tierra. Y obtuvieron exactamente lo que dijeron. Estos espías y el resto de aquella generación de los israelitas, con excepción de Josué y Caleb, nunca vieron la Tierra Prometida. Creyeron que no podrían tomarla y no lo hicieron. Anduvieron en el desierto hasta que murieron. ¡Lo que dijeron, sucedió!

El de ellos, es un ejemplo de fe al revés. Después de todo, ¡aun cuando dudas, estás creyendo algo! Estás creyendo en derrota. Estás creyendo en lo incorrecto.

Siempre obtienes en tu vida aquello por lo que crees y lo que dices. Si no lo que estás diciendo, entonces no debes decirlo, porque si continúas diciendo algo durante un tiempo suficientemente largo, esas palabras eventualmente se registrarán en tu espíritu. Y una vez que estén registradas en tu espíritu, controlarán tu vida.

Un Reporte De Fe

Números 14:6-9: “Y Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone, que eran de los que habían reconocido la tierra, rompieron sus vestidos, y hablaron a toda la congregación de los hijos de Israel, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra en gran manera buena. Si Jehová se agradare en nosotros, él nos llevará a esta tierra y nos la entregará; tierra que fluye leche y miel. Por tanto, no seáis rebeldes contra Jehová, ni temáis el pueblo de esta tierra; porque nosotros los comeremos como pan; su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros está Jehová; no los temáis”.

Nota el buen informe de Josué y Caleb. Su confianza estaba en el Señor y sus corazones estaban llenos con la fe que Dios era capaz de llevarlos a la tierra que les había prometido a sus padres. Dos veces en el versículo nueve, ellos amonestaron a la gente para que no tuvieran temor. ¿Y cuál fue el resultado de su informe de fe? ¡Ellos fueron los únicos dos hombres de su generación que entraron a la Tierra Prometida! Tú puedes tener lo que dices.

Muchas personas me preguntan por qué no se pueden sanar. Yo siempre sonrío y le digo que ya han dicho que no pueden. Sus palabras les delatan. Puedes ubicar a la gente por lo que dice.

Antes de orar por la gente, generalmente trato de que hagan algún tipo de confesión de fe. Les pregunto si serán sanos cuando imponga mis manos sobre ellos y ore. Si ellos contestan que esperan que sí, yo les digo que no se sanarán, porque ellos están en esperanza y no en fe.

Otros hacen una confesión con alguna vacilación, pero esa vacilación los derrota. Aquellos que tienen una pronta confesión llena de fe reciben casi instantáneamente (Son las «pequeñas zorras las que dañan las viñas«).

No es algo grande lo que impide que los hijos de Dios sean sanos. No fueron los gigantes de la tierra de Canaán los que mantuvieron a los hijos de Israel afuera. No fueron los gigantes los que los derrotaron. Si hubieran sido los gigantes, éstos hubieran derrotado a Josué y Caleb también. La gente se derrotó a sí misma por su propio pensamiento, su propia incredulidad, su propia declaración de incredulidad.

No son los gigantes en la vida los que te derrotan. No son las tormentas de la vida las que te derrotan. Si eres derrotado, es porque tú mismo te has derrotado. Te has derrotado a ti mismo con el pensar erróneo. Te has derrotado a ti mismo con el hablar erróneo. Tú puedes tener lo que digas.

Caleb y Josué dijeron que ellos eran capaces de vencer a los gigantes. Después de cuarenta años de vagar en el desierto, y que toda la gente de esa generación que habían aceptado el informe maligno de los diez espías se murieron, Josué se convirtió en el líder de la gente, y él y Caleb los guiaron a la victoria.

Cuando Caleb vino a Josué y dijo «Dame esta montaña«, Josué miró hacia atrás varios años, y se dio cuenta que su hablar correcto les había hecho ganar la victoria antes. Él quería ubicar a Caleb, así que le preguntó si era capaz de tomar la montaña. Josué quería oír su confesión de fe. Le dijo a Caleb que había gigantes en la montaña. Pero Caleb, lleno de fe, dijo que él era capaz de tomarla; y lo hizo.

Muchas cosas pasan porque esperamos que pasen de cierta manera. Pasan porque las creemos y las hablamos, hasta que suceden. Yo he encontrado que esto es verdad en mi propia experiencia. Hace algún tiempo leí acerca de un científico que dijo que cuando uno se envejece, las arterias del cerebro no son tan suaves como cuando uno era joven; se van endureciendo gradualmente. Había llegado al lugar donde no podía recordar cosas tan bien como una vez lo hice. Seguí así por un tiempo hasta que me di cuenta que no había necesidad de esto. La mente es parte de mi ser interior y espíritu, y nunca se envejece. El mismo momento en que empecé a creer correctamente y a hablar correctamente, pude citar todas las escrituras que siempre había sabido, y mi memoria en realidad mejoró. Fallamos muchas veces porque nos preparamos a perder. Nos disponemos a perder. Lo pensamos y lo creemos y entonces lo hacemos. Como creyentes, sin embargo, no tenemos por qué hablar duda o derrota.

 

Texto Para Memorizar: «Porque de cierto os digo, que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho» (Marcos 11:23).

 

Tomado y editado del Capítulo 25 del libro Nuevos Umbrales de Fe de Kenneth E. Hagin

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26 Días de Fe – Día 24

En esta lección hablaremos de la duda, una de las mayores armas que usa el diablo para robarnos las bendiciones que Dios nos dio. 

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Lección 24 – La Duda, Ladrón De Las Más Grandes Bendiciones De Dios

Textos Bíblicos: Marcos 14:22-31; Mateo 17:14-20; Marcos 4:35-40.

Verdad Central: La duda le robará al creyente lo mejor de Dios para su vida.

En la lección de hoy vamos a concentrarnos en algunos ejemplos de duda, los cuales encontramos en historias bíblicas conocidas.

Fe Para Caminar Sobre las Aguas

Mateo 14:22-31: “En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario. Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?”.

En esta historia Jesús envió a sus discípulos al otro lado del mar mientras él iba solo a un monte a orar. A la cuarta vigilia de la noche (entre cuatro y seis de la mañana siguiente) los discípulos vieron a Jesús caminando hacia ellos sobre las aguas. Pensando que estaban viendo un fantasma, gritaron con miedo. Entonces Jesús les dijo: «Yo soy, no temáis«. El impetuoso Pedro gritó: «Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas«. Jesús le contestó con una palabra: «ven«.

Pedro comenzó con fe y mientras mantuvo sus ojos puestos en Jesús, le fue bien. Pero cuando quitó sus ojos de Jesús y miró a las circunstancias que le rodeaban; el viento batiendo el mar a su alrededor, le dio miedo y empezó a hundirse. «¡Señor, sálvame!», le dijo a Jesús.

Jesús tomó la mano de Pedro y lo llevó a salvo de regreso a la barca, reprendiéndole con las palabras: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?«.

La fe es actuar sobre la Palabra de Dios. Mientras Pedro actuó sobre la Palabra que Jesús le había dicho, todo le fue bien. Pero cuando empezó a dudar porque tuvo miedo, dejó de actuar en las palabras de Jesús, comenzó a hundirse. Jesús no tenía la intención de que Pedro se hundiera. Él tenía la intención de que Pedro caminara de regreso a la barca con Él. La duda le robó a Pedro su bendición.

La duda y el temor van de mano a mano, pero la fe y el amor también van de mano a mano. «…El perfecto amor echa fuera el temor…» (1 Juan 4:18).

Fe Para Echar Fuera Demonios

Mateo 17:14-20: “Cuando llegaron al gentío, vino a él un hombre que se arrodilló delante de él, diciendo: Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático, y padece muchísimo; porque muchas veces cae en el fuego, y muchas en el agua. Y lo he traído a tus discípulos, pero no le han podido sanar. Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo os he de soportar? ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? Traédmelo acá. Y reprendió Jesús al demonio, el cual salió del muchacho, y éste quedó sano desde aquella hora. Viniendo entonces los discípulos a Jesús, aparte, dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera? Jesús le dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará, y nada os será imposible”.

En el pasaje anterior de la escritura, ¿cuál fue la explicación de Jesús para el fracaso de los discípulos en sanar al muchacho poseído por un demonio? Fue por su duda o incredulidad (ver.20). ¿Pero tenían los discípulos en realidad el poder para echar fuera el demonio? Sí, de acuerdo con Mateo 10:1: “Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia«.

Qué a menudo escuchamos a cristianos decir que necesitan más poder para hacer más para Dios. Sin embargo, ese no es el problema. Si ellos tienen el Espíritu Santo, tienen el poder. Ellos piensan que si tuvieran más poder, obraría resultados automáticamente; pero obra por la fe. ¡El problema es la falta de fe, no la falta de poder!

La duda es la que está robándoles lo mejor de Dios. Jesús no les dijo a estos discípulos que no podían echar fuera al diablo porque no tenían el poder. Dijo que era por su incredulidad.

¿Cuánta fe se necesita para echar fuera demonios? Jesús dijo en el pasaje anterior que una fe no más grande que un grano de mostaza podía mover una montaña entera. Todo creyente lleno del Espíritu tiene dentro de él suficiente poder para reclamar lo mejor de Dios para su vida. Si él está viviendo debajo de sus privilegios, no es por falta de poder, sino por falta de dejar que este poder se suelte a través de la fe.

Fe Para Aplacar Una Tormenta

Marcos 4:35-40: “Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas. Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza”. Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?”.

Por la noche después de un día completo de predicar a multitudes que lo apretaban, Jesús le dijo a sus discípulos reunidos a su alrededor en una barca: «Pasemos al otro lado«. Como estaba tan cansado, fue a la popa de la barca donde pronto se durmió. Estaba tan dormido que no se percató de la tormenta que se levantaba. A pesar de que las olas golpeaban la pequeña embarcación, Jesús continuó durmiendo en completa paz. Sin embargo, Sus discípulos no estaban en paz. Mientras el rugiente viento aumentaba y la barca se llenaba de agua, los discípulos despertaron a Jesús diciéndole: «¿No tienes cuidado de que nuestra barca se hunde y moriremos?«. Ellos habían olvidado las palabras de Jesús cuando empezaron el viaje: «Pasemos al otro lado«.

Jesús se levantó, reprendió al viento y aplacó la tormenta hasta que el mar estuvo de nuevo en calma. Entonces se volvió a Sus discípulos y los reprendió, «¿Por qué dudasteis de mí? ¿Por qué estáis llenos de temor? ¿Dónde está vuestra fe? ¿No os dije al comienzo de este viaje que cruzaríamos a la otra orilla? ¿Por qué no me creísteis?»

Los discípulos permitieron que la duda y el temor entraran a sus corazones, llevándose la fe en la promesa de Jesús de que llegarían a salvo al otro lado. Una vez más el ladrón llamado duda había triunfado.

Notemos las similitudes de estas tres ilustraciones bíblicas. En cada una Jesús reprendió a los discípulos por su incredulidad. (Mateo 14:31; Mateo 17:20; Marcos 4:40), y en cada ocasión Jesús resolvió el problema que los discípulos, a través de su falta de fe, habían fallado en resolver.

En cada ocasión el ladrón de la duda privó a los discípulos de recibir lo mejor que Dios tenía para ellos. Lo más alto y lo mejor de Él para sus vidas era que ellos lo recibieran por la fe.

Si nosotros, al igual, utilizamos el poder que está en nosotros y actuamos en la Palabra de Dios, obtendremos las más grandes bendiciones que Dios ha planeado para nuestras vidas.

Texto Para Memorizar: «Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho» (Marcos 11:23).

Tomado y editado del Capítulo 24 del libro Nuevos Umbrales de Fe de Kenneth E. Hagin

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26 Días de Fe – Día 23

En esta lección veremos una enseñanza clásica de Kenneth Hagin, en la que usando el caso de la mujer que fue sanada del flujo de sangre nos muestra 4 principios para recibir de Dios

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Lección 23 – Cómo Rellenar Tu Propio Cheque Con Dios

Textos Bíblicos: Marcos 5:25-34; 1 Samuel 17:45-47,49-50,54; Lucas 15:18-20,24.

Verdad Central: Si nos encontramos al pie de la escalera de la vida, es porque eso es por lo que hemos creído. Cuando hablemos y creamos correctamente, escalaremos hasta la cima.

Los cuatro pasos hacia la fe que delineamos en esta lección son tan simples que casi parecen tontos. Pero en el ministerio de Jesús en la tierra, El habló en términos que aún la gente sin educación podía entender. El habló acerca de viñas y viñeros, rebaños y pastores. El ilustró verdades espirituales en una forma tan simple que la gente sencilla pudo entenderlo. Su mensaje nunca fue complicado, sino más bien claro y conciso.

Marcos 5:25-34: “Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor. Cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto. Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva. Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de su azote. Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos? Sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado? Pero él miraba alrededor para ver quién había hecho esto. Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él y le dijo toda la verdad. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote”.

Paso 1 – Dilo

¿Qué es lo primero que esta mujer hizo? El versículo 28 dice: «Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva«. Alguien le había contado a esta mujer acerca de Jesús. Ella sabía que Él andaba sanando gente. Teniendo esta información, ¿cuál fue su primer paso para recibir sanidad? Lo primero que hizo fue decirlo.

Hay un lado de Dios y un lado del hombre en cada batalla, en cada victoria, en todo lo que recibirnos de Dios. Nosotros tenemos que cumplir con nuestra parte. Hay algo que nosotros debemos hacer. Dios no va a fallar. Si hay alguna falta, es por nuestra parte. Sin embargo, si cumplimos con nuestra parte, podemos estar seguros de que habrá una respuesta y una victoria. Esta mujer pudo haber hecho una confesión negativa, y eso es lo que habría recibido. Podría haber dicho que era inútil, que ya había sufrido tanto y visitado tantos doctores, que quizás era mejor morir. Pero ella no habló negativamente, habló positivamente. Dijo: «Si tocare tan solamente su manto, seré salva«. Y sucedió – porque podemos tener lo que decimos. Por lo tanto, el primer paso para rellenar nuestro propio cheque con Dios es: decirlo. Si somos derrotados, somos derrotados con nuestros propios labios. «Te has enlazado con las palabras de tu boca, y has quedado preso en los dichos de tus labios» (Proverbios 6:2).

Paso 2 – Hazlo

No le hubiera hecho ningún bien a esta mujer si cuando ella dijo: «Si tocare tan solamente su manto, seré salva«, no hubiera actuado sobre ello. Nuestras acciones nos pueden derrotar o llevarnos al triunfo. De acuerdo con nuestras acciones, recibimos o nos impedimos recibir. La mujer con el flujo de sangre lo dijo y actuó sobre ello. Tocó Su manto.

Paso 3 – Recíbelo

Primero, la mujer lo dijo. Confesó su fe. Luego, actuó de acuerdo con aquella fe extendiéndose y tocando al Maestro. Luego, recibió su sanidad. Ella sintió en su cuerpo que estaba sana de su azote.

Nota que el sentir y la sanidad siguieron al decir y al actuar. La mayoría de la gente quiere tener el sentir y la sanidad primero, y piensan que después tendrán que decir y hacer. Pero no es así como funciona. Tienes que decir y hacer primero. Luego tendrás el sentir y la sanidad.

Jesús percibió que de Él había salido poder. El mundo entero se está preocupando por las bombas nucleares porque sueltan material radioactiva dentro de la atmósfera; un poder que no puede ser visto o sentido, pero que es un poder mortal y peligroso. Sin embargo, hay un poder que no se ve, obrando en la tierra, el cual no es mortal ni peligroso, y ese poder está siempre presente en todo lugar. Este poder nos puede liberar de cualquier cosa que nos ate o nos dañe. Es el poder de Dios.

Paso 4 – Cuéntalo

El versículo 33 nos dice que la mujer con el flujo de sangre dijo lo que había pasado. Ella «…le dijo toda la verdad«. Jesús quiere que nosotros lo contemos para que otros puedan recibir.

El primer paso al rellenar nuestro propio cheque es decirlo; el cuarto paso es contarlo. Hay una diferencia. Al principio la mujer dijo lo que ella creía. Luego contó lo que había pasado. Tenemos que decir algunas cosas en fe, antes que las recibamos de Dios. La gente dice cosas incorrectas. Cuando empiecen a creer lo correcto y a decir lo correcto, entonces eso es lo que van a tener.

1 Samuel 17:45-47,49-50,54: “Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla y él os entregará en nuestras manos… Y metiendo su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra. Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada en su mano… Y David tomó la cabeza del filisteo y la trajo a Jerusalén…”.

Cuando David derribó al gigante con su honda de pastor, él sabía que podía rellenar su propio cheque con Dios. Él sabía que Dios haría cualquier cosa que dijera. Y en los versículos de arriba vemos como David usó estos cuatro pasos para recibir su propio cheque con Dios.

Primero, él dijo: «Jehová te entregará hoy en mi mano…» (Versículo 46). David tenía fe – no en su propia fuerza, sino en la fuerza de su Dios. David sabía que en su propia fuerza él no tenía poder contra el filisteo. Pero no estaba confiando en su propia fuerza. Estaba confiando en el Señor. Entonces David actuó sobre su fe. «Y metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra» (versículo 49).

Si David hubiese sido guiado por sus sentidos naturales, si hubiera escuchado el razonamiento humano, habría sabido que era imposible matar a un gigante con una honda de pastor. Pero él estaba sintonizado con la voz interior de fe, no con la voz exterior del razonamiento humano, y la victoria fue suya. El recibió victoria para los israelitas sobre sus enemigos, los filisteos (Este es el tercer paso).

Luego David tomó el paso número 4. La noticia de la gran victoria del día fue publicada por toda la tierra. “Y David tomó la cabeza del filisteo y la trajo a Jerusalén» (Versículo 54).

Muy poca gente sabe que puede rellenar su propio cheque con Dios. La razón por la cual Dios no ha hecho más por ellos es porque ellos no han dicho nada más; no han actuado nada más. Todo lo que tienen hoy es el resultado de lo que ellos dijeron ayer.

Si tú estás al pie de la escalera, es porque eso es lo que has creído. Si tú hablas correctamente y crees correctamente, subirás hasta el final de ella. ¿Puede el pecador usar estos cuatro pasos para escribir su propio cheque con Dios? ¿Puede el pecador dar estos cuatro pasos para la salvación?  El pasaje siguiente prueba que sí.

Lucas 15:18-20,24: “Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó… Porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse”.

En la historia que Jesús contó acerca del hijo pródigo, vemos que lo primero que hizo el hijo fue decirlo. «Me levantaré e iré a mi padre, y le diré…» (Versículo 18). El confesó su fe y su necesidad. Luego actuó. «Y levantándose, vino a su padre…» (ver. 20). Él no se sentó a tratar de imaginar qué clase de recibimiento iba a tener en su hogar. Se levantó del lugar de su vida pecaminosa y regresó a su casa.

Cuando lo hizo, recibió completo perdón y fue restaurado a su padre. «…lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó» (ver. 20). El padre gozoso fue pronto para contar las buenas nuevas de que su hijo vagabundo había regresado al hogar. «Porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado…» (ver. 24).

Si aquellos que están fuera de comunión con Dios el Padre se humillan como lo hizo el hijo pródigo, y toman estos simples pasos para la salvación, Dios correrá para encontrarlos y traerlos dentro de la completa comunión con Él.

Texto Para Memorizar: «Y él dijo. Hija, tu fe te ha hecho salve; ve en paz, y queda sana de tu azote» (Marcos 5:34).

Tomado y editado del Capítulo 23 del libro Nuevos Umbrales de Fe de Kenneth E. Hagin

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26 Días de Fe – Día 22

No basta tener fe, debemos actuar en lo que creemos, la fe siempre actúa en las cosas que hemos creído.

26diasdefe22

Lección 22 – Acciones Que Corresponden Con La Fe

Textos Bíblicos: Santiago 2:14-22; Mateo 7:24-27.

Verdad Central: Las acciones de un hacedor de la Palabra coinciden con su confesión.

Uno de los errores más grandes que muchos creyentes cometen es confesar su fe en la Palabra de Dios y al mismo tiempo contradecir su confesión con acciones incorrectas.

Decimos que estamos confiando en que Dios provee para nuestras necesidades financieras, pero al mismo tiempo nos estamos preocupando de cómo vamos a pagar nuestras cuentas. En un momento confesamos que la Palabra de Dios es verdadera, y el minuto siguiente repudiamos todo lo que dijimos con acciones incorrectas. Nuestras acciones tienen que corresponder con nuestro creer, si hemos de recibir de Dios.

La Fe Hecha Perfecta

Santiago 2:14-22 dice: “Hermanos míos, ¿de qué aprovecha si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras y que la fe se perfeccionó por las obras?”.

La traducción de Weymouth de los versículos 14 y 22 dice: «Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si un hombre profesa tener fe y, sin embargo, sus acciones no corresponden?…Notas que su fe estaba cooperando con sus acciones, y por sus acciones su fe fue perfeccionada«.

Algunos han pensado que el libro de Santiago fue escrito acerca de la salvación y dirigido al no creyente. Sin embargo, Santiago no estaba escribiendo a los que no eran salvos, sino a los creyentes, él dijo: «¿De qué aprovechará, HERMANOS MIOS…«. Él estaba escribiendo a sus hermanos y hermanas en Cristo, señalando que la fe sin las correspondientes acciones no funcionará para ellos, aunque sean creyentes.

Santiago también dijo: «Pero sed hacedores de la Palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos» (Santiago 1:22). Otra traducción dice: «…burlándoos a vosotros mismos«.

Hay muchos que se engañan a sí mismos y le achacan sus problemas al diablo o a algunos individuos, cuando realmente ellos se engañan a sí mismos. Esto es porque ellos no son hacedores de la Palabra.

¡Las acciones de un hacedor de la Palabra coinciden con su confesión!

Las Tormentas De La Vida

Mateo 7:24-27: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplan vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina”.

Las tormentas de la vida nos vienen a todos. Pueden ser tormentas de enfermedad, dificultad financiera, problemas familiares, o cualquier otra prueba. No son las tormentas de la vida las que nos derrotan, sin embargo. Si las tormentas fueran las que nos derrotaran, derrotarían a todo el mundo. No, es nuestra reacción a las tormentas lo que nos derrota.

Los vientos soplan y las inundaciones llegan pero aquel que es un hacedor de la Palabra se aferrará a su confesión de fe, porque él sabe que Dios no puede fallar. Si la enfermedad viene, se mantiene firme y rehúsa aceptarla. Otros pueden ser derrotados con la misma prueba.

Aquellos que no son derrotados por las tormentas de la vida actúan según la Palabra de Dios. Aquellos que son derrotados, pueden ser verdaderamente salvos, pero sus acciones no corresponden con su fe.

El mismo viento y la misma tormenta vinieron contra las dos casas de nuestro texto. La razón por la cual una fue destruida y la otra no, es que el hombre sabio fue hacedor de la Palabra, y el insensato no.

Muchos profesan a Cristo y declaran que creen en la Biblia desde Génesis hasta Apocalipsis, pero no son hacedores de la Palabra. Son habladores de la Palabra. Eso es diferente.

Los «habladores» han asentido mentalmente simplemente que la Palabra de Dios es verdad, pero no les hace ningún bien, porque no la están haciendo suya. No están reclamando sus promesas.

Confiar en Dios es Confiar en Su Palabra

La manera de hacer la Palabra de Dios tuya es actuando sobre ella. Haz lo que ella dice. «Confía en el Señor de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento» (Proverbios 3:5).

No puedes confiar en el Señor sin confiar en Su Palabra. Dios y Su Palabra son uno, así como tú y tu palabra son uno. Si tu palabra no puede confiarse, entonces tú tampoco. Si la Palabra de Dios no sirve, El tampoco. Pero Su Palabra es de confiar. El vigila sobre Su Palabra. “Entonces me dijo el Señor: Bien has visto; porque yo apresuro mi Palabra para ponerla por obra» (Jeremías 1:12). Otra versión lee: «Yo vigilo sobre mi Palabra para ponerla por obra«.

Si no tomas la Palabra y la haces tuya, Él no tiene nada para poder usar para traer bien a tu vida. Él quiere que tengas lo que Su Palabra promete. Pero si no actúas sobre Su Palabra, entonces Él no tiene nada con lo que trabajar para traer bien a tu vida.

Cuando confío en la Palabra con todo mi corazón y dejo de apoyarme en razonamientos humanos y dejo de mirar a la gente para recibir liberación, entonces tengo acciones que corresponden con mi fe. Mis acciones están en completa comunión con mi confesión de fe.

A algunos de nosotros nos ha costado mucho tiempo aprender esto; y a otros les costará más tiempo porque han estado caminando en el camino equivocado. Sus mentes están tan estancadas con razonamientos humanos que les costará algún tiempo renovar sus mentes con la Palabra de Dios hasta que tengan acciones que correspondan con su confesión de fe.

Hasta que haya acciones correspondientes, habrá continuo fracaso en la vida. Yo puedo confesar y decir que Dios es la fortaleza de mi vida, pero si al mismo tiempo continúo hablando acerca de mi debilidad y falta de fe, seré derrotado porque no hay acción correspondiente. El acudir a métodos humanos en vez de confiar en el Señor, trae confusión a mi espíritu. Trae debilidad y derrota a mi vida. Solamente hay una cosa que podemos hacer: Volver a la Palabra de Dios y actuar sobre ella.

Nuestro peor enemigo es la carne. La carne y el razonamiento humano natural nos limitarán a nuestra propia habilidad. Vemos las circunstancias, los problemas, las pruebas y tormentas y decimos que no podemos. El lenguaje de la duda, la carne y los sentidos es: «No puedo, no tengo la habilidad, la oportunidad o la fortaleza. Estoy limitado«. Pero el lenguaje de la fe dice: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13).

Pablo no dijo que podía hacerlo todo porque era un apóstol y tenía poder especial o gracia. Él dijo: «Todo lo puedo en Cristo…» y nosotros tenemos el mismo acceso a Cristo, Pablo dijo: «Por lo tanto, si alguno está en Cristo nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas» (2 Corintios 5:17). Tú eres una nueva criatura en Cristo también. Cristo no le pertenece más a Pablo de lo que te pertenece a ti.

El lenguaje de la fe dice: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Nuestro Padre me fortalece. No puedo ser conquistado y no puedo ser derrotado«.

Si vienen contra ti fuerzas naturales, no pueden derrotarte, porque no hay suficientes fuerzas naturales en todo el mundo que puedan vencer al Espíritu Santo que mora en ti. «Mayor es El que está en ti que el que está en el mundo» (1 Juan 4:4). ¡Tú eres fortalecido desde adentro!

Yo he aprendido como poner al que es Mayor a trabajar a mi favor. No solamente soy nacido de Dios, copartícipe de Su amor, sino que mora en mí el Espíritu de Aquel que levantó a Jesús de los muertos.

Yo tengo la sabiduría, la fuerza y la habilidad de Dios en mí. Estoy aprendiendo a permitirle a esa sabiduría gobernar mi intelecto. Le estoy permitiendo gobernar mi mente y hablar a través de mis labios. Me estoy atreviendo a pensar los pensamientos de Dios después de Él. Me estoy atreviendo a decir en presencia de todos mis enemigos: «Dios es mi habilidad». «Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis enemigos» (Salmo 23:5). «El Señor es la fortaleza de mi vida, ¿de quién temeré?» (Salmo 27:1). Dios me ha hecho mayor que mis enemigos. Dios me ha hecho aplastar el cuello de la debilidad, el temor y la inhabilidad.

La fortaleza de Dios es mía. Yo no estoy confiando en mi propia fortaleza porque la Biblia no dice ni una palabra acerca de ser fuerte en mí mismo. Dice que Dios es mi fortaleza.

Hay tanta gente luchando y tratando de hacer algo por sí solos. Se levantan a testificar y piden a todos que oren por ellos para poder «resistir hasta el final«. Pero Dios no quiere que resistas así. Él quiere que le permitas hacerlo. ¡Envuélvete en las promesas de Dios!

Una vez oí la historia de un hombre que estaba caminando por la vía del tren con un bulto en sus espaldas. Cuando llegó a una sección donde estaban reparando la vía él pensó que el capataz le iba a decir que se saliera de la vía férrea, así que le mostró el billete que tenía. El capataz le dijo que ese boleto no le daba el derecho de caminar por la vía del tren.

Muchas personas son así, están en la vía correcta, pero deberían estar viajando en tren en vez de ir caminando. También, deberían registrar su equipaje porque no tienen por qué cargarlo. La Biblia dice: «Echando toda vuestra ansiedad sobre él porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7).

Texto Para Memorizar: «Hermanos míos, ¿de qué aprovecha si alguno dice que tiene fe y no tiene obras?» (Santiago 2:14).

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26 Días de Fe – Día 21

En esta clase aprenderemos acerca de la clase de fe de Dios, que es y como aplicarla a nuestra vida.

26diasdefe21

Lección 21 – La Clase De Fe De Dios

Textos Bíblicos: Marcos 11:12-14,20-24; Romanos 10:13-14,17.

Verdad Central: La clase de fe que habló trayendo al universo a la existencia es repartida a nuestros corazones.

Hay dos cosas que se deben notar acerca de la clase de fe de Dios. Primero, el hombre cree en su corazón. Segundo, él cree con sus palabras. No es suficiente el creer con el corazón. Para conseguir que Dios obre para ti, tienes que creer con tus palabras también. Jesús dijo: «Cualquiera que dijere…y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice; lo que diga le será hecho» (Marcos 11:23). Esta es la inalterable ley de la fe.

Marcos 11:12-14,20-24 dice: “Al día siguiente cuando salieron de Betania, tuvo hambre. Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si tal vez hallaba en ella algo; pero cuando llegó a ella, nada halló sino hojas, pues no era tiempo de higos. Entonces Jesús dijo a la higuera; nunca jamás coma nadie fruto de ti. Y lo oyeron sus discípulos… Y pasando por la mañana, vieron que la higuera se había secado desde las raíces. Entonces Pedro, acordándose, le dijo: Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.  Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis y os vendrá”.

Vamos a enfocar nuestra atención en la afirmación, «Tened fe en Dios«, o como dice al margen, «tened la fe de Dios«. Los eruditos del griego nos dicen que esto debería traducirse: «Tened la clase de fe de Dios«. Jesús demostró que tenía la clase de fe de Dios. De lejos, Jesús vio que la higuera tenía hojas. Pero cuando se acercó, buscando fruto, vio que era estéril. Algunos preguntan por qué buscó Jesús higos en este árbol cuando no era tiempo para que tuviera fruto. Sin embargo, en aquel lugar, los árboles que retenían sus hojas generalmente también tenían fruto.

Al no encontrar fruto en el árbol, Jesús dijo: «Nunca jamás coma nadie fruto de ti«.

Al día siguiente, cuando Jesús y Sus discípulos pasaron otra vez por ahí encontraron el árbol seco desde las raíces. Sorprendido Pedro dijo: «Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.” Fue entonces cuando Jesús hizo la afirmación, «Tened fe (tened la fe de Dios, o la clase de fe de Dios). Porque de cierto os digo, que cualquiera que dijere a este monte: quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho» (vs. 22-23).

Después de decirles a sus discípulos que tuvieran la clase de fe de Dios, Jesús prosiguió explicando en el versículo 23, lo que eso significaba: la clase de fe de Dios es la clase de fe en la cual un hombre cree con su corazón y dice con su boca lo que cree en su corazón, y sucede.

Jesús mostró que tenía esa clase de fe, porque creyó que lo que dijo sucedería. Él dijo a la higuera: «Nunca jamás coma nadie fruto de ti«. Esta es la clase de fe que habló al mundo a existir. “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la Palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía» (Hebreos 11:3). ¿Cómo lo hizo? Dios creyó que lo que dijo sucedería. Él habló la Palabra y se hizo la tierra. Él habló al reino vegetal para que exista. Habló al reino animal para que exista. Habló para que existan los cielos así como también la tierra, la luna, el sol, las estrellas y el universo. Él lo dijo y fue así. Esa es la clase de fe de Dios. El creyó que lo que dijo sucedería y sucedió.

La Medida De Fe

Jesús demostró la clase de fe de Dios a sus discípulos, y entonces les dijo que ellos también tenían esa clase de fe; la fe que un hombre cree con su corazón, dice con su boca lo que cree, y sucede. Alguien puede decir: «Yo quiero esa clase de fe. Voy a orar para que Dios me la dé«. Sin embargo, no necesitas orar por eso; tú ya la tienes. «Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí mismo que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno» (Romanos 12:3).

Nota que Pablo escribió esto a creyentes, porque él dice: «A cada cual que está entre vosotros«. La epístola a los Romanos no fue escrita a los pecadores en el mundo, es una carta para los cristianos. Él dirige esta carta «A todos los que están en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos” (Romanos 1:7). Y en ella les dice que Dios ha dado a «cada uno la medida de fe«. Pablo también dijo: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros, pues es don de Dios» (Efesios 2:8). Pablo está diciendo aquí que esta fe no es tuya. Él no se estaba refiriendo a la gracia, porque todos saben que la gracia es de Dios. Él está diciendo que la fe por la cual somos salvos no es nuestra. No es una fe humana natural. Fue dada por Dios a los pecadores. Y ¿cómo le dio Dios fe a los pecadores para ser salvos? Romanos 10:17 dice: «Así que la fe viene por el oír, y el oír por la Palabra de Dios«. En estos versículos Pablo ha dicho que la fe: (1) es dada, (2) es repartida, y (3) viene.

Creer y Decir – La Clave Para La Fe

Nota otra vez las palabras de Romanos 10:8: «Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos«. ¿Cómo se compara esto con las palabras de Jesús en Marcos 11:23?  Los escritos de Pablo a los Romanos concuerdan exactamente con lo que Jesús les dijo a sus discípulos cuando dijo: «Cualquiera que diga…y no dudare en su corazón, sino creyere…lo que diga le será hecho«. Vemos aquí el principio básico inherente a la clase de fe de Dios: el creer con el corazón y decirlo con la boca. Jesús lo creyó y lo dijo. Dios lo creyó y lo dijo, creando la tierra en existencia a través de palabras.

Los versículos 9 y 10 de este mismo capítulo 10 de Romanos dice: «Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación«. Una medida de fe es repartida al pecador por el oír de la Palabra. Entonces él la usa para crear la realidad de la salvación en su propia vida.

Cuando se les pregunta a los cristianos: «¿Cuándo fuiste salvo?«, con frecuencia, contestan algo así: «Alrededor de las nueve de la noche del 10 de Julio«. Están equivocados, sin embargo, porque Dios los salvó hace cerca de 2,000 años. Sólo se volvió una realidad cuando ellos lo creyeron y lo confesaron. La salvación le pertenece a todos. Todo hombre y mujer en este mundo tiene derecho legal a la salvación. Jesús murió por todo el mundo, no solo por ti y por mí. Cuando la verdad es predicada al pecador, esto causa que la fe venga. Cuando él cree y confiesa, él crea la realidad de ello en su propia vida a través de su fe.

Romanos 10:13-14,17 dice: “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocaran a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios”.

Así como la fe viene por el oír la Palabra de Dios, es también con todo lo que recibimos de Dios. La clase de fe de Dios viene por el oír la Palabra de Dios. En otras palabras, Dios hace que la clase de fe de Dios venga a los corazones de aquellos que la oyen. Con razón Jesús dijo: «Mirad pues, como oís» (Lucas 8:18). No puedes dejarlo entrar por un oído y salir por el otro, porque eso no haría ningún bien. La fe no vendrá así. Si actúas como si la Palabra de Dios fuera una leyenda, la fe no va a venir así. Pero cuando la aceptas reverentemente, cuando actúas sobre ella, la fe viene.

Pablo escribió a la iglesia de Corinto: «Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito. Creí por lo tanto hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos» (2 Corintios 4:13).

Pablo dijo que tenemos el mismo espíritu de fe. Y lo que le perteneció a la iglesia de Corinto, le pertenece a la iglesia de hoy. En ninguna ocasión Pablo o alguno de los apóstoles escribieron para animar a la gente a creer; nunca les dijeron que tuvieran fe. Nuestra necesidad de animar a los creyentes a creer o a tener fe es resultado directo de que la Palabra de Dios ha perdido su realidad en nosotros. ¡Somos creyentes! Cuando nuestros hijos están lejos, no tenemos que decirles: «Acuérdense de continuar respirando«. Ellos seguirán respirando mientras estén vivos. Tampoco tenemos que animar a los creyentes a creer porque esto es lo que son; creyentes. ¿Cuántos de nosotros nos damos cuenta de que nuestras palabras nos dominan? «Te has enlazado con las palabras de tu boca…» (Proverbios 6:2). Otra versión dice: «Vosotros habéis sido tomados cautivos con las palabras de vuestra boca«. Un joven una vez me dijo que nunca fue vencido hasta que confesó que lo era. Un ministro bautista lo puso de esta manera: «Dijiste que no tenías fe y la duda se levantó como un gigante y te ató. Eres aprisionado con tus propias palabras. Tú hablas fracaso y el fracaso te mantiene en cautiverio«.

La derrota y el fracaso no le pertenecen al hijo de Dios. ¡Dios nunca hizo un fracaso! Dios nos hizo nuevas criaturas. No somos nacidos de la voluntad de la carne o del hombre, sino de la voluntad de Dios. Somos creados en Cristo Jesús. Los fracasos son hechos por el hombre. Son hechos por el creer erróneo y el pensar erróneo. 1 Juan 4:4 dice: «Mayor es El que está en ti, que el que está en el mundo«. Aprende a confiar en el que es Mayor que está en ti. Él es más poderoso que cualquiera en el mundo.

¡Dios creó el universo con palabras! Las palabras llenas de fe son las cosas más poderosas del mundo.

La clave para la clase de fe de Dios es creer con el corazón y confesar con la boca.

Nuestros labios pueden hacernos millonarios o mantenernos pobres.

Nuestros labios nos pueden hacernos vencedores o mantenernos cautivos.

Podemos llenar nuestras palabras con fe o podemos llenar nuestras palabras con duda.

Podemos llenar nuestras palabras con amor que derretirá el corazón más frío, o podemos llenar nuestras palabras con odio y veneno.

Podemos llenar nuestras palabras con amor que ayudará al desanimado y al de corazón quebrantado, con fe que conmoverá el cielo.

Podemos hacer nuestras palabras respirar la misma atmósfera del cielo.

Nuestra fe nunca se levantará por encima de las palabras de nuestros labios. Jesús dijo a la mujer con el flujo de sangre que su fe la había hecho salva.

Pueden venir pensamientos y persistir en quedarse. Pero si rehusamos poner esos pensamientos en palabras, ¡se mueren sin haber nacido!

Cultiva el hábito de pensar en cosas grandes. Aprende a usar palabras que reaccionarán sobre tu propio espíritu.

Las confesiones de fe crean realidades. La realización sigue a la confesión. La confesión precede a la posesión.

Texto Para Memorizar: «Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos» (Romanos 10:8).

Tomado y editado del Capítulo 21 del libro Nuevos Umbrales de Fe de Kenneth E. Hagin

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26 Días de Fe – Día 20

En esta enseñanza veremos los 6 enemigos de la fe.

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Lección 20 – Seis Enemigos De La Fe

Textos Bíblicos: 2 Corintios 5:17,21; Juan 16:23-24; Romanos 10:10; Marcos 11:23-24

Verdad Central: Cuando nosotros «peleamos la buena batalla de la fe«, podemos salir del angosto lugar del fracaso y entrar al infinito poder de Dios.

Nuestra lección hoy trata con «la buena batalla de la fe«, como menciona 1°Timoteo 6:12. Yo algunas veces he oído a algunos decir que van a pelear contra el diablo. Yo no sé por qué, porque en primer lugar no podrían. En segundo lugar, Jesús ya ha derrotado al diablo a nuestro favor. Jesús fue nuestro sustituto. También he oído a algunas personas decir que van a pelear contra el pecado. Yo no voy a pelear contra el pecado, voy a predicar la cura para el pecado. Jesús es la cura.

La única batalla que el creyente está llamado a pelear es la «buena batalla de la fe«. Y si hay una pelea, entonces debe haber enemigos o estorbos para la fe. Si no hubiera enemigos de la fe, no habría pelea. En esta lección trataremos con seis enemigos de la fe.

Enemigo No. 1 – Falta De Entender Lo Que Significa Ser una Nueva Criatura En Cristo

2 Corintios 5:17: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”.

La falta de entendimiento de lo que significa ser una nueva criatura obstaculiza nuestra vida de fe. Mucha gente no se da cuenta que ellos son realmente nuevas criaturas; piensan que cuando fueron salvos, Dios solamente los perdonó de sus pecados. Les sería de poco provecho si esto fuera todo lo que el pecador recibiera, porque es un hijo del diablo y todavía iría al infierno. Él tiene que nacer de nuevo. Él tiene que convertirse en una nueva criatura dejando todos sus viejos caminos pecaminosos. No, nosotros no sólo somos pecadores perdonados. No somos meros miembros de iglesia viviendo con las justas. No estamos viviendo al final de la cuadra en la calle «Luchando para llegar al Cielo«, contiguo al callejón «queja«. ¡Eso no es para nosotros! Somos nuevas criaturas, creadas por Dios en Cristo Jesús con la misma vida y naturaleza de Dios en nuestros espíritus. Somos los niños de Dios, hijos de Dios, herederos de Dios y coherederos con Cristo Jesús.

Enemigo No. 2 – Falta De Entender Nuestro Lugar En Cristo

Dondequiera que voy sugiero que los cristianos vayan a través del Nuevo Testamento, particularmente las epístolas, y escriban las frases «en Cristo«, “en quien«, y «en El«. El escribirlas ayudará a recordarlas. Hay aproximadamente 140 de estas expresiones en el Nuevo Testamento. Si lees y meditas en estas escrituras hasta que se vuelvan una parte de ti, la vida se te hará diferente. A medida que leas estos versículos, dite a ti mismo: «Esto es lo que soy. Esto es lo que tengo en Cristo Jesús«.

En una iglesia que yo visité había una mujer a quien el pastor describió como una de las trabajadoras cristianas más sobresalientes que había conocido. Ella se había graduado en un seminario de líderes con un grado en educación cristiana, y prestaba sus servicios a la iglesia gratuitamente. Durante nuestro avivamiento en ese lugar, yo urgí a la gente para que comenzaran a memorizar y a reclamar estos versículos. Después de un tiempo esta mujer se me acercó y me dijo que había estado confesando veinticinco de estas escrituras, y que se había convertido en una persona completamente diferente. Se dio cuenta de que ya no se preocupaba más. Ella me dijo que pensaba y actuaba de diferente manera. Se sentía diferente. Estaba sorprendida de ella misma. Yo le dije que estaba comenzando ahora a andar en la luz de lo que siempre había tenido: Ella, como muchos cristianos, no había llegado a comprender lo que Cristo era en su vida. Esto obstaculizaba su fe. El recibir ese entendimiento la curó de su hábito de la preocupación.

Enemigo No. 3 – Falta De Entender La Justicia

2 Corintios 5:21: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuéramos hechos la justicia de Dios en El”.

La sangre de Jesús nos limpia de todo pecado (1 Juan 1:7). Por lo tanto por el nuevo nacimiento nos volvemos una nueva criatura justa.

Sabemos que Dios no hizo ninguna nueva criatura injusta. Somos creados por Dios en Cristo Jesús. Él hizo una nueva criatura justa. Somos hijos e hijas de Dios como si nunca hubiéramos pecado. Podemos estar en Su presencia sin conciencia de pecado, sin ningún sentimiento de culpa o vergüenza. No tenemos que estar paralizados por el temor. Podemos venir a la presencia de Dios porque ahí pertenecemos. Cuando nacimos de nuevo, nuestros pecados fueron perdonados porque nuestra vida pasada dejó de existir. Dios dijo que no recordaría nuestras transgresiones (Jeremías 31:34). Y si Él no las recuerda, ¿por qué debemos hacerlo nosotros?

Algunos pueden preguntar: «Pero yo he cometido pecados desde que me hice cristiano, ¿cómo puedo ser justo?» La respuesta a esta pregunta se encuentra en 1 Juan 1:9: «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad«. Cuando el creyente que ha pecado confiesa su pecado y pide perdón, el Señor hace dos cosas: Primero, lo perdona. Segundo, lo limpia de toda maldad.

Cuando hemos pecado nos sentimos culpables y tenemos una sensación de injusticia. Nos sentimos indignos de venir a la presencia del Señor. Pero cuando confesamos nuestro pecado. El perdona y también limpia. Ganamos de nuevo nuestra posición correcta con Él.

La palabra «injusticia» es la palabra «justicia» con el prefijo «in» por delante, significando «no» o «no-justicia«. Si somos limpios de «no-justicia«, entonces somos justos otra vez.

Enemigo No. 4 – Falta De Entender Nuestro Derecho A Usar El Nombre De Jesús

Juan 16:23-24 dice: «…Todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid y recibiréis para que vuestro gozo sea cumplido”.

Cuando nos damos cuenta del poder del nombre de Jesús, cuando entendemos lo que ese nombre hará, entonces podemos derrotar a Satanás y disfrutar la victoria.

En el capítulo 16 de Marcos, Jesús les dijo a sus discípulos, «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado será salvo, más el que no creyere, será condenado. Y estas señales seguirán a los que creen…» (Marcos 16:15-17). A aquellos que creen este evangelio, estas señales les seguirán; no solamente a la iglesia primitiva, no solamente a los apóstoles, no solamente a los predicadores. Todos los creyentes pueden echar fuera demonios en Su nombre. Todo cristiano tiene autoridad sobre los demonios y espíritus malignos en el nombre de Jesús. En Su nombre ellos hablarán con nuevas lenguas. En Su nombre impondrán las manos sobre los enfermos y sanarán.

¡El nombre de Jesús tiene autoridad y poder hoy, y ese nombre nos pertenece!

Enemigo No. 5 – Falta De Actuar Sobre La Palabra

Si sabemos que la Palabra de Dios es verdad, y actuamos como que es verdad, entonces se convierte en una realidad en nuestras vidas. La Biblia dice: «Confía en el Señor con todo tu corazón y no te apoyes en tu propio entendimiento» (Proverbios 3:5). Todo lo que es necesario que sepamos es «¿Qué dice la Palabra de Dios?«.

La gente con frecuencia me pregunta por qué no reciben sanidad. Ellos citan escrituras como «…El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias» (Mateo 8:17), y «Quien llevó El mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia y por cuya herida fuisteis sanados» (1°Pedro 2:24). Ellos me dicen que creen estas escrituras. Entonces les pregunto: «Pero, ¿han actuado ustedes como que estos versículos son verdad?«

A la edad de 46 años, al Doctor A.B. Simpson, un ministro Presbiteriano que más tarde fundó la Alianza Misionera Cristiana, le dijeron que estaba muriendo de una condición del corazón y que solamente tenía seis meses de vida. Tomó vacaciones y se fue a su granja para poder tener tiempo para estudiar la Palabra de Dios sobre el tema de la sanidad divina, un tema que había adquirido su interés. El escribió en el libro titulado El Evangelio de la Sanidad: «…durante aquel verano oí a varias personas dando testimonio de su sanidad por el simple hecho de confiar en la Palabra de Cristo, tal y como lo hicieron para recibir su salvación. Esto me llevó a estudiar la Biblia. Determiné que debía resolver este asunto una vez por todas.

«Me alegro de no haber acudido a ningún hombre«, continuó. «A Sus pies, solamente, con la Biblia abierta, y con nadie para ayudarme o guiarme, me convencí de que esta era parte del Glorioso Evangelio de Cristo para un mundo pecador y sufriente, y que era parte de Su Compra en la Bendita Cruz, para todo aquel que creyere y recibiese Su Palabra”.

Simpson le prometió solemnemente a Dios que aceptaba la sanidad sin ninguna cuestión, que recibía a Jesús como su Sanador; y que predicaría y ministraría la sanidad en cualquier forma que Dios se lo pidiera.

Dos días después, Simpson fue invitado a predicar en una reunión en New Hampshire. Todo lo que le vino a la mente para hablar fueron las palabras «Él mismo» en Mateo 8:17. Así que El abrió su Biblia, leyó el versículo y les dijo a la audiencia que quería enfocar su atención a esas palabras. Entonces dio su testimonio acerca de cómo había estado escudriñando la Biblia y había llegado a la conclusión de que Jesús todavía sana hoy.

El día siguiente fue invitado a ir a escalar montañas. Su primera reacción fue que no podía ir por la condición de su corazón. Entonces recordó que había declarado su sanidad, así que aceptó la invitación. Hasta ese punto él no había sentido realmente su sanidad sino que solamente la había declarado. Luchó todo el camino montaña arriba. Cada vez que quitaba su mente de la escritura comenzaba a sentir dolor, y miedo. Pero a medida que venció estos sentimientos y reclamaba su sanidad, los síntomas se iban. El peleó esa batalla todo el camino hasta llegar a la cima de la montaña, pero salió victorioso. Prosiguió llevando una vida energética y activa en el servicio de Dios sin ningún tipo de síntomas. «Yo necesitaba tomar ese paso y reclamar mi victoria«, concluyó diciendo.

La fe real es hija del conocimiento de la Palabra de Dios. Simpson actuó en la Palabra y obtuvo fe real de ella. En vez de tratar de creer, él actuó sobre la Palabra.

Enemigo No. 6 – Falta de Asirnos Bien De Nuestra Confesión De Fe

Romanos 10:10 dice: “Porque con el corazón se cree para justicia; pero con la boca se confiesa para salvación”.

Marcos 11:23-24 dice: “Porque de cierto os digo, que cualquiera que dijere a este monte, quítate y échate en el mar; y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Por tanto, os digo, todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá”.

Un joven ministro en San Luis, una vez me dijo, «Tengo treinta y dos años. Los doctores han dicho que es imposible que mi esposa tenga hijos. ¿Hablarás y orarás con nosotros?» A medida que hablábamos y orábamos juntos, su esposa dijo que ella confesaría que tendrían un hijo. En el pasado había dicho que a ella le gustaría tener un niño. Ahora diría que ellos tendrían un hijo. Doce meses más tarde recibí una carta diciendo que tenían una bebé robusta. Todo lo que ellos necesitaban hacer era actuar sobre la Palabra. La fe es medida por nuestra confesión. Nuestra utilidad para el Señor es medida por nuestra confesión. Eventualmente nos convertimos en lo que confesamos para bien o para mal. Hay una confesión de nuestro corazón y una confesión de nuestros labios, y cuando estas dos armonizan, nos volvemos poderosos en nuestra vida de oración. La razón por la que muchos cristianos son derrotados es porque hacen una confesión negativa. Siempre están hablando de sus debilidades y fracasos, e invariablemente se hunden al nivel de su confesión.

Hay una ley en las escrituras que yo descubrí de los labios de Jesús en Marcos 11:23-24, la cual fue citada anteriormente. Esta es la ley que dice que nuestras confesiones nos gobiernan. Somos lo que decimos. La mujer con el flujo de sangre, cuya historia encontramos en Marcos 5:25-34 dijo: «Si tocare solamente su manto, seré salva«. Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz y queda sana de tu azote«. Lo que ella dijo era su fe hablando; y así sucedió.

Cuando nosotros peleemos «la buena batalla de la fe«, como el apóstol Pablo nos exhorta, podemos salir del angosto lugar del fracaso y la debilidad en el que vivimos y entrar al infinito poder de Dios.

Texto Para Memorizar: «Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos» (1 Timoteo 6:12).

Tomado y editado del Capítulo 20 del libro Nuevos Umbrales de Fe de Kenneth E. Hagin

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26 Días de Fe – Día 19

En esta clase veremos la importancia de entender que el Espíritu Santo vive en nosotros para tener una fe fuerte.

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Lección 19 – Siete Pasos Hacia La Clase Más Elevada De Fe (Parte 4)

Textos Bíblicos: 1 Corintios 6:19-20; 2 Corintios 6:16; Hechos 8:14-15; 9:17; 19:1-2

Verdad Central: Dios mismo, en la persona del Espíritu Santo, habita en el creyente.

Muy a menudo, aquellos que han sido llenos del Espíritu Santo piensan de ellos mismos como que acaban de recibir una bendición maravillosa o algún tipo de experiencia espiritual rica. Y dejan pasar la enseñanza de la Palabra por completo. 1 Juan 4:4 dice: «Mayor es El que está en vosotros que el que está en el mundo«.

La plenitud del Espíritu Santo significa que Él; el Espíritu Santo, viene a morar en nosotros. Jesús dijo: «Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, PARA QUE ESTE CON VOSOTROS PARA SIEMPRE» (Juan 14:16).

Por lo tanto, el séptimo; y extremadamente vital, paso en nuestra búsqueda de la clase más elevada de fe, es darnos cuenta de que nuestro cuerpo es el templo de Dios. ¡Dios mismo, en la persona del Espíritu Santo habita en nosotros!

Paso 7 – La Realidad del Espíritu Morador

En los tiempos del Antiguo Testamento, el lugar donde Dios moraba en la tierra era el tabernáculo o el templo. Pero después que Cristo murió en la cruz, se levantó otra vez y regresó al cielo, enviando al Espíritu Santo sobre los creyentes en el día de Pentecostés; Él no habita más en el Lugar Santísimo hecho por hombres. Nuestros cuerpos se han vuelto Su templo.

1 Corintios 6:19-20 dice: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestros espíritus, los cuales son de Dios”.

2 Corintios 6:16: “…Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo, habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo”.

En toda crisis de nuestra vida debemos instintivamente decir: «Soy más que vencedor. Soy más que victorioso, porque el Creador habita en mí. El más grande vive en mí. Él puede hacerme triunfar. Él me puede hacer un éxito. No puedo fracasar«. Esto no es jactancia en uno mismo. Es jactarse en El que está en ti. Sin embargo, muy frecuentemente los creyentes llenos del Espíritu Santo tiemblan ante las pruebas de la vida, y sin haber necesidad le permiten al diablo que los derrote.

Andan de un lado a otro llorando en los hombros de otro, orando oraciones débiles y sin poder, preguntándose por qué no les llega la victoria. Sin embargo la ayuda estaba presente todo el tiempo; porque el Espíritu Santo está dentro de ellos listo para ayudarles.

El Revestimiento de Poder en la Iglesia Primitiva

En la iglesia del Nuevo Testamento era una excepción y no una regla que hubiera algún creyente que no hubiera recibido la plenitud del Espíritu Santo con la señal sobrenatural de hablar en otras lenguas. Los apóstoles reconocieron la necesidad del Espíritu de Dios morando en el interior, y enfatizaron esto en sus enseñanzas a los nuevos convertidos.

Hechos 8:14-15 dice: “Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la Palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan. Los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo”.

Hechos 9:17 dice: “Fue entonces Ananías y entró en la case y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la viste y seas lleno del Espíritu Santo”.

Hechos 19:1-2 dice: “Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Éfeso, y hablando a ciertos discípulos, les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo”.

Ciertamente la iglesia de hoy no tiene menor necesidad de este revestimiento de poder.

El apóstol Pablo dijo: «No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?» (1 Corintios 3:16). La Versión Amplificada de este versículo dice: «¿No disciernen y entienden que ustedes (toda la iglesia en Corinto) son templo de Dios (Su Santuario), y que el Espíritu de Dios tiene habitación permanente en ustedes, para estar en Su hogar en ustedes (colectivamente como una iglesia, y también individualmente)?». Somos el templo de Dios. Dios habita en nosotros, no sólo como un cuerpo, sino como individuos.

Observa la expresión: «estar en Su hogar en ti«. Dios está realmente haciendo Su hogar en nuestros cuerpos. Ya no habita más en un lugar Santísimo hecho por hombre, como en los tiempos del Antiguo Testamento. Entonces era requerido que cada varón se presentara, por lo menos una vez al año en Jerusalén ante Dios. Los varones tenían que viajar a Jerusalén, ya que la presencia de Dios estaba solamente en el Lugar Santísimo. Nadie se atrevía a acercarse a la presencia Santa excepto el Sumo Sacerdote, y él solamente con gran precaución. Cualquier otro que se metiera al Lugar Santo caía muerto instantáneamente.

Pero ahora todo esto ha pasado y podemos «acercamos confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro» (Hebreos 4:16).

Poco antes de que Jesús muriera dijo: «Consumado es«. Él no se estaba refiriendo al plan de redención, porque aún no estaba terminado cuando El murió. Él tuvo que levantarse de los muertos y ascender al Lugar Santísimo en los Cielos con su propia sangre como sacrificio para obtener nuestra redención. Después tuvo que ascender hasta lo Alto para sentarse a la diestra del Padre y empezar Su intermediaria intercesión, para ser el mediador entre Dios y los hombres. Hasta entonces el Nuevo Pacto no había entrado en vigor. Cuando Jesús dijo en la cruz, «Consumado es«, se estaba refiriendo a la terminación del Antiguo Pacto.

Cuando esto sucedió, el velo o cortina que separaba al Lugar Santísimo fue rasgado en dos desde arriba abajo.

Los historiadores judíos nos dicen que esta cortina tenía 40 pies de anchura, 20 pies de altura y 4 pulgadas de grosor. ¡Imagínate que difícil sería para un hombre rasgar en dos algo de estas dimensiones! Pero nota que las escrituras no dicen que la cortina fue rasgada de abajo para arriba. Sino «…el velo del templo se rasgó en dos, DE ARRIBA ABAJO...» (Mateo 27:51). Esto significó que fue Dios y no el hombre quien rasgó la cortina, la barrera que separaba al hombre de Dios.

La presencia de Dios se fue del Lugar Santísimo hecho por hombre y nunca más habitó allí. Ahora Su presencia divina habita en nosotros.

El ser lleno del Espíritu Santo es mucho más que solamente una experiencia estremecedora. ¡El Espíritu Santo, la divina personalidad, realmente viene a vivir en ti! “Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo, HABITARE Y ANDARE ENTRE ELLOS, y seré su Dios. Y ellos serán mi pueblo» (2 Corintios 6:16). Pero ¿cuántos de nosotros nos damos cuenta completa de esta maravillosa verdad? ¿Cuántos de nosotros reconocemos el hecho de que en nosotros, listo para nuestro uso, está todo el poder que necesitaremos para triunfar en la vida?

Si comenzamos a creer lo que la Biblia dice, a confesar lo que la Palabra de Dios dice, entonces el Espíritu Santo se levantará dentro de nosotros y dará iluminación a nuestras mentes. El dará dirección a nuestros espíritus, salud a nuestros cuerpos y ayuda en cada aspecto de la vida. Podemos estar conscientes de Su presencia moradora a cada momento.

Veamos otra vez la traducción Amplificada de 1 Corintios 3:16, «…El Espíritu de Dios tiene su residencia permanente en ti, para estar en Su hogar en ti«.

Muy pocos de nosotros estamos conscientes de que Dios vive en nuestros cuerpos, porque no podemos estar conscientes de que Él vive en nosotros y ¡todavía hablar como lo hacemos! Por ejemplo, cuando se nos pide hacer alguna cosa difícil, que prontos somos para decir: «No, no puedo hacer eso«. ¿Por qué hacemos esto? Es porque estamos confiando en nosotros mismos para hacerlo y sabemos que no tenemos la habilidad. Pero si sabemos que Él está en nosotros, sabemos que Él tiene la habilidad. Entonces cambiamos el «no puedo» por «yo puedo«, porque estamos confiando en Él. Decimos «yo puedo, porque Él está en mí. “Mayor es el que está en mí que el que está en el mundo«. No importa qué imposibilidades estemos afrontando, podemos decir: «Él me hará ser un éxito, porque mora en mí«.

Esta clase de creencia, esta manera de hablar es hablar con fe, y lo pondrá a Él a obrar a tu favor.

Algunos tienen un concepto erróneo del papel del Espíritu Santo en su vida. Piensan que El entrará, tomará posesión y se ocupará de todo. Esperan que se convierta en algo así como un gran jefe, sin que ellos tengan que hacer nada. Sin embargo, el Espíritu Santo es un caballero. Él nos guiará y nos dirigirá, pero nunca nos obligará o controlará nuestra vida. Los demonios y los espíritus malignos controlarán a aquellos en quienes entren, forzándolos a hacer cosas que ellos no quieren hacer. Pero el Espíritu Santo gentilmente nos dirige y nos guía. Él no hará nada hasta que nosotros lo pongamos a trabajar para nosotros, porque ha sido enviado para ser nuestro ayudador. Él no es enviado para hacer el trabajo, pero para ayudarnos a hacerlo: «…Porque Él dijo: No te desampararé, ni te dejaré, de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre» (Hebreos 13:5-6).

La Versión Amplificada de Efesios 3:16-17 dice: «Que él te dé de los ricos tesoros de Su gloria, que seas esforzado y reforzado con superpoder en el hombre interior por el Espíritu Mismo morando en lo más profundo de tu ser y personalidad. Pueda Cristo a través de tu fe realmente morar, establecerse, habitar y hacer hogar en vuestros corazones. Puedas tú ser enraizado profundamente en el amor, y cimentado muy seguro sobre el amor«. En este pasaje de escritura Pablo estaba escribiéndoles a aquellos que ya habían nacido de nuevo y eran llenos del Espíritu Santo. ¿Cómo habita Dios en nuestros corazones? A través de nuestra fe. Cristo quiere morar en nuestros corazones, reinar como Rey en el trono de nuestros corazones. Pero muy pocos le hemos permitido que lo haga.

La gente espera que Dios haga algo independientemente de ellos, cantan «Pasa por aquí, Señor, pasa por aquí» (Pensamos que si tan solo pudiéramos hacerlo pasar por aquí, quizás haría algo por nosotros). Luego cantamos, «alarga tus brazos y toca al Señor cuando pase«. Pero esto es todo un conocimiento de los sentidos. Está todo fuera, es todo físico. Alguien puede discutir: «Pero en la Biblia, la mujer con el flujo de sangre, ¿no alargó ella los brazos y tocó al Señor?» Sí, pero eso fue cuando Él estaba aquí en la tierra con forma física. Ahora Él no está con nosotros, está en nosotros. No tenemos que alargar nuestros brazos y tocarlo, Él está siempre en nosotros. Pero esto no te servirá de nada a menos que lo sepas y lo creas, porque el Espíritu Santo no se levantará y tomará control. Cuando sabemos que Él está ahí dentro y actuamos sobre la Palabra de Dios inteligentemente, entonces El obrará a través de ti.

Podemos decir: «Mayor es El que está en mí que el que está en el mundo. El más grande está en mí. Estoy dependiendo en Él. Me hará triunfar, me hará tener éxito, porque Él está en mí. El Maestro de la creación está haciendo Su hogar en mi cuerpo«.

Texto Para Memorizar: «…Mayor es El que está en mí que el que está en el mundo» (1 Juan 4:4).

Tomado y editado del Capítulo 19 del libro Nuevos Umbrales de Fe de Kenneth E. Hagin

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26 Días de Fe – Día 18

Una de las verdades más importantes de la Biblia es que hemos sido justificados; es decir, Dios nos declaró inocentes y nos hizo justos por la obra de Jesucristo en la cruz. 

En esta clase veremos que si queremos tener la clase más elevada de fe debemos entender nuestra justicia en Cristo

26diasdefe18

Lección 18 – Siete Pasos Hacia La Clase Más Elevada De Fe (Parte 3)

Textos Bíblicos: 2 Corintios 6:14-16; Romanos 3:23-26; Salmos 32:1-2.

Verdad Central: Podemos acercarnos a Dios con completa seguridad porque hemos sido hechos la justicia de Dios en Cristo Jesús.

Esta lección nos trae al paso 6 en nuestro estudio de la clase más elevada de fe. En ella queremos ayudarte a ganar una nueva comprensión dentro del significado de las palabras «justo» y «justicia«, tal y como se muestra en las Escrituras.

Paso 6 – La Realidad De Nuestra Justicia En Cristo

En 2 Corintios 6:14-16 dice: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo”.

Leyendo la escritura anterior, mucha gente ve en ella solamente la enseñanza de la separación del mundo. Y ellos inmediatamente practican la segregación pensando que eso es lo que la separación quiere decir. Piensan que no pueden tener nada que ver con el mundo o con nadie del mundo. Hasta se segregan de otros cristianos si no están completamente de acuerdo con ellos. Sin embargo, Jesús dijo: «Vosotros sois la sal de la tierra…vosotros sois la luz del mundo» (Mateo 5:13-14). Para poder ser la sal y la luz del mundo, debemos permanecer en el mundo, haciendo nuestro trabajo para el Señor.

Quiero que notes algo más en esta escritura, igualmente importante: los creyentes son llamados «creyentes» y los incrédulos son llamados «incrédulos«. El creyente es llamado «justicia» y el incrédulo es referido como a «injusticia«. El creyente es llamado «luz» y el incrédulo «tinieblas«. Para muchos, la idea de llamarse a sí mismos «justicia» suena egoísta. Aún así estas mismas personas no objetan a llamarse a sí mismas «creyentes» o «luz«. Esta escritura usa los tres términos para referirse a los creyentes. En el versículo 15 vemos a la iglesia, a los creyentes, referidos como a Cristo, porque Él es la Cabeza y nosotros somos el cuerpo. Y por supuesto, la cabeza no va a ser llamada por un nombre, y el cuerpo por otro. La iglesia es Cristo, y nosotros somos el cuerpo de Cristo.

Romanos 3:23-26 dice: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios. Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús. A quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados. Con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús”.

¿Qué significa todo esto? ¿Qué nos está enseñando Dios a través de esta escritura? Que Dios a través de Jesús declaró Su justicia. Que Dios mismo es justo, y que Dios es mi justicia. Él es «el que justifica«, o la justicia del que es de la fe de Jesús.

Romanos 5:17 dice: «Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia«. La mayoría de la gente ha pensado que justicia es algo que uno logra viviendo correctamente. La justicia, sí quiere decir rectitud, o recto, pero esta escritura dice que es un don, no algo que podamos ganar haciendo buenas obras y viviendo limpiamente. Un don es algo que nosotros recibimos instantáneamente; un estado de desarrollo espiritual es el fruto. Si la justicia fuera un fruto, la escritura leería: «Y del fruto de la justicia«. Sin embargo, dice: «Y del don de la justicia«.

Cada uno de los amados hijos de Dios tiene la misma justicia y el mismo derecho para con Dios. El no ama a uno más que a otro. El no escuchará las oraciones de uno más que las de otro. Cuando esta verdad te haya penetrado completamente, ¡Tus oraciones obrarán resultado! ¡Tus oraciones serán contestadas!

Mucha gente lucha en el terreno de la autocondenación, dejando que el enemigo les robe la herencia que es de ellos en Cristo Jesús. Creen que sus oraciones no obrarán resultado y que Dios no los escuchará. Piensan que si pudieran encontrar a un hombre justo para orar por ellos, las oraciones de él sí que obrarían resultados.

Qué triste es que ellos no hayan visto la verdad en las escrituras que acabamos de leer. Dios es nuestra justicia. Él se convirtió en nuestra justicia cuando nos impartió su naturaleza, su vida eterna, cuando nacimos de nuevo. Él se volvió nuestra justicia en el momento en que aceptamos a Jesús como nuestro Salvador y lo confesamos como Señor.

Yo descubrí las verdades de estas escrituras por primera vez siendo un joven cristiano, cuando por 16 meses pasé acostado en cama sin poder moverme de ella por mí mismo. No las entendí entonces. Al principio eran como un rayito de luz en una esquina obscura. Estaba sosteniendo las mismas luchas que muchos de ustedes sostienen para salir de algún problema en su vida o para obtener salud.

Leyendo mi Biblia me encontró un día con la escritura en Santiago 5:14-15, «¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados le serán perdonados«. Pero mientras leía, cualquier fe que momentáneamente flameara, era extinguida rápidamente por el pensamiento de que yo sabía que mi iglesia no creía en sanidad o en la unción con aceite. Yo no tenía a nadie a quien llamar para oración, como decía esta escritura.

Entonces el Señor me habló y me dijo, «Es la oración de fe la que sana a los enfermos. Tú puedes hacer esa oración tú mismo como cualquier otro podría hacerlo«.

Yo era simplemente un bebé en Cristo. Sólo tenía 16 años de edad, y hacía pocos meses que había sido salvo, ¡aún así el Señor me dijo que yo podía hacer esa oración de fe! Inmediatamente mi pensar erróneo me derrotó. Pensé: «Sí, podría; si fuera justo» (Yo me daba cuenta de todos mis errores y sabía que no era justo, por lo menos según mi entendimiento de la Palabra). Leyendo más adelante en el libro de Santiago, leí donde Elías es puesto como ejemplo de un hombre justo orando: «Elías era un hombre sujeto a pasiones como nosotros, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses» (Santiago 5:17).

Al estudiar acerca de Elías, determiné que él no era mi idea de hombre justo. Cuando la mano del Señor estaba sobre él, podía correr más rápidamente que el carro del rey. Pero cuando se dio cuenta que la reina Jezabel lo quería matar, corrió y se escondió debajo de un árbol de enebro y le rogó al Señor que lo dejara morirse. Entonces gimió al Señor: «Todos han apostatado, menos yo. Yo soy el único que te está sirviendo, Señor«. Semejante inconsistencia no podía ser la marca de un hombre justo, yo pensé, «¿Cómo pudo Santiago haberlo puesto como ejemplo de un hombre justo orando? ¡Él no era más justo que yo!«

Entonces recordé que Santiago dijo que Elías era un «hombre sujeto a pasiones como nosotros«. Y no solamente estaba sujeto a estas pasiones, sino que también se rindió a ellas. Aunque permitió que el desánimo dominara sus acciones, fue llamado un hombre justo.

Un Mejor Pacto

Salmos 32:1-2 dice: “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño”.

Bajo el antiguo pacto, la sangre de animales inocentes cubría el pecado. Dios no le atribuyó iniquidad a la gente aunque habían hecho maldad. Él lo encubrió y lo perdonó y les imputó justicia. Ante El ellos eran justos. «Y veré la sangre, y pasaré de vosotros…» (Éxodo 12:13). Si Dios hizo esto por sus hijos bajo el pacto de le Ley, ¿cuánto más hará lo el por nosotros? Bajo la gracia tenemos un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. La sangre de Jesucristo no solamente cubre nuestros pecados, sino que nos limpia «de toda maldad«. «Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre» (Apocalipsis 1:5).

Cuando leí esta escritura vi que cuando nací de nuevo todos mis pecados fueron perdonados y mi vida pasada dejó de ser. Vi que me había convertido en nueva criatura en Cristo, y yo sabía que Él nunca hacía nuevas criaturas no justas.

Inmediatamente el diablo estaba ahí diciéndome: «Eso no puede ser verdad, pero, ¿y desde entonces? No hace mucho tiempo te enojaste mucho. Esa ciertamente no es la manera de actuar de un hombre justo«. Hizo que mirara a lo natural de nuevo en vez de a la Palabra de Dios.

Entonces leí 1 Juan 1:9: «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad» (Esta escritura no fue escrita a pecadores, sino a creyentes). Esto significaba que yo me había convertido en la justicia de Dios en Cristo cuando nací de nuevo. Si había pecado desde entonces; y lo había hecho, sólo tenía que confesar mis pecados y Él me perdonaba y limpiaba de toda maldad (Si estoy limpio de maldad, entonces soy justo de nuevo).

Antes, cuando había leído Santiago 5:16: «La oración del justo puede mucho» había pensado que si algún día me pudiera volver justo, entonces sí tendría una vida de oración tremenda y vería respuestas prominentes a mis oraciones. Ahora yo veía que mis oraciones obrarían resultado, porque Dios me escucharía tan pronto como Él escucha a cualquier otro. En mi Biblia al lado de esta escritura en Santiago 5:16 escribí estas palabras: «Yo soy ese hombre justo«. Esto no es jactarme de nada que yo haya hecho, es jactarme de lo que soy en Cristo. Es alabar a Dios por lo que Él ha hecho posible para nosotros en Cristo.

Esto significa que podemos estar en la presencia de Dios sin ningún sentimiento de culpa, condenación o inferioridad. Esto quiere decir que el problema de la oración está resuelto. Ya no necesitamos ir ante su presencia con la lengua atada por la condenación o llenos de temor por la ignorancia. Podemos entrar en su presencia en completa seguridad porque hemos sido hechos justicia a través de la sangre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Texto Para Memorizar: «Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en El» (2 Corintios 5:21).

Tomado y editado del Capítulo 18 del libro Nuevos Umbrales de Fe de Kenneth E. Hagin

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